Alex, mamá, el autismo y un ventilador

La empatía, la capacidad de ponerse en la piel del otro, contagiarse de risa o sufrir con el dolor ajeno, es una de las dificultades habituales en las personas con TEA. Eso dicen al menos y así lo he sentido hasta hoy.

Alex, desde bebé, reaccionaba de manera exagerada ante el llanto de otros bebés. Recuerdo que teníamos que abandonar la compra o el lugar en el que estuviésemos si cerca había un bebé o un niño llorando, porque automáticamente Alex lloraba de manera inconsolable.

Pero todo cambió de la noche a la mañana cuando apenas tenía dos años. Como tantas otras cosas cambiaron a partir de ese tiempo...Dejó de llorar al oír llantos ajenos y de reír al percibir risas a su alrededor.  Los terapeutas me animaron entonces a jugar con él utilizando muñecos o marionetas para intentar establecer conexiones y trabajar elj uego simbólico del que carecía de manera natural. Compré el kit completo de muñecos y juegos de casitas y nos pusimos manos a la obra: Emulamos la acción de lavar a un bebé  de juguete, a darle de comer, a besarle o cambiarle la ropa o el pañal…pero Alex no soportaba ese juego y al mínimo descuido, cogía los muñecos y los lanzaba por la ventana o contra la puerta del trastero con todas sus fuerzas. Sin piedad.

Y así ha pasado el tiempo. Durante años he ido naturalizando la situación y aprendiendo que el funcionamiento de la mente de Alex es distinto a lo que yo había conocido hasta ahora, que su cerebro procesa de otra manera los estímulos externos e internos y que observándole muy bien podría entender muchas de sus conductas, porque todas tienen un por qué.

De vez en cuando, y por si algo cambia, vuelvo a tantearle y hago como que lloro de manera intensa. Se me acerca entonces como extrañado, me mira y trata de entenderme (o eso creo yo) para acabar pasando olímpicamente de mí. No percibo sufrimiento de él ante mi sufrimiento. Pero ayer me ocurrió algo muy curioso. El calor comenzaba ya a apretar, y me resistía a poner el aire acondicionado para evitar resfriados inoportunos en pleno momento de exámenes, de modo que cogí un antiguo ventilador del trastero para refrescar la habitación. De tanto tiempo sin uso, el mecanismo estaba algo desencajado y chirriaba. Hice entonces lo que todos hacemos en estos casos, darle un fuerte golpe seco con ambas manos para encajarlo mejor. Y así fue, le aticé con fuerza y dejó de sonar.

La sorpresa no obstante, fue que Alex empezó a llorar de manera inconsolable, cogió elventilador y lo apartó de mí mientras lo abrazaba con fuerza. Yo no entendí en principio qué había ocurrido y pensé que le había asustado el ruido, pero no, Alex me hizo el gesto de "enfado" que había aprendido en sus clases con Patri, su logopeda de de lengua de signos, y que llevaba siglos sin hacer, cogió el ventilador y lo llevó a otra habitación. Durante unos días ha procurado mantener el ventilador alejado de mí, y si entraba en la habitación donde él había guardado el ventilador, el accedía rápidamente detrás de mí, y lo alejaba de mi lado.

Estos dias me he sentido como una absoluta maltratadora de ventiladores y realmente no sé muy bien como tomarme esto: ¿Alex protege al ventilador de su madre?. Creo que es algo raro, pero tiendo a pensar que es también maravilloso, que se trata de un gesto de empatía y que "torpedín" es capaz de sentir emociones en base a lo que observa en otros, aunque sean aparatos eléctricos.
En el fondo, ese ventilador le aporta fresquito del bueno e interactúa con él de manera mucho más previsible y amable de lo que lo hacemos en ocasiones las personas, de modo que ¿Cómo no va  a importarle?...

Para concluir esta entrada al blog, solo decir que ya por fin, me he podido acercar al ventilador, siempre bajo la atenta y desconfiada mirada de Alex. Eso sí, he modificado el golpe seco por un aprentoncito cariñoso y reparador. Desde que lo hago así y le hablo al trasto con muuuucho cariño, podemos de nuevo convivir los tres en la misma habitación. Se agradece estos días mucho, aunque ya llegó la hora de encender el aire acondicionado y tocan ahora nuevas aventuras...

Comparte esta publicación en:
Alex, mamá, el autismo y un ventilador
POST

Alex, mamá, el autismo y un ventilador

La empatía, la capacidad de ponerse en la piel del otro, contagiarse de risa o sufrir con el dolor ajeno, es una de las dificultades habituales en las personas con TEA. Eso dicen al menos y así lo he sentido hasta hoy.

Alex, desde bebé, reaccionaba de manera exagerada ante el llanto de otros bebés. Recuerdo que teníamos que abandonar la compra o el lugar en el que estuviésemos si cerca había un bebé o un niño llorando, porque automáticamente Alex lloraba de manera inconsolable.

Pero todo cambió de la noche a la mañana cuando apenas tenía dos años. Como tantas otras cosas cambiaron a partir de ese tiempo...Dejó de llorar al oír llantos ajenos y de reír al percibir risas a su alrededor.  Los terapeutas me animaron entonces a jugar con él utilizando muñecos o marionetas para intentar establecer conexiones y trabajar elj uego simbólico del que carecía de manera natural. Compré el kit completo de muñecos y juegos de casitas y nos pusimos manos a la obra: Emulamos la acción de lavar a un bebé  de juguete, a darle de comer, a besarle o cambiarle la ropa o el pañal…pero Alex no soportaba ese juego y al mínimo descuido, cogía los muñecos y los lanzaba por la ventana o contra la puerta del trastero con todas sus fuerzas. Sin piedad.

Y así ha pasado el tiempo. Durante años he ido naturalizando la situación y aprendiendo que el funcionamiento de la mente de Alex es distinto a lo que yo había conocido hasta ahora, que su cerebro procesa de otra manera los estímulos externos e internos y que observándole muy bien podría entender muchas de sus conductas, porque todas tienen un por qué.

De vez en cuando, y por si algo cambia, vuelvo a tantearle y hago como que lloro de manera intensa. Se me acerca entonces como extrañado, me mira y trata de entenderme (o eso creo yo) para acabar pasando olímpicamente de mí. No percibo sufrimiento de él ante mi sufrimiento. Pero ayer me ocurrió algo muy curioso. El calor comenzaba ya a apretar, y me resistía a poner el aire acondicionado para evitar resfriados inoportunos en pleno momento de exámenes, de modo que cogí un antiguo ventilador del trastero para refrescar la habitación. De tanto tiempo sin uso, el mecanismo estaba algo desencajado y chirriaba. Hice entonces lo que todos hacemos en estos casos, darle un fuerte golpe seco con ambas manos para encajarlo mejor. Y así fue, le aticé con fuerza y dejó de sonar.

La sorpresa no obstante, fue que Alex empezó a llorar de manera inconsolable, cogió elventilador y lo apartó de mí mientras lo abrazaba con fuerza. Yo no entendí en principio qué había ocurrido y pensé que le había asustado el ruido, pero no, Alex me hizo el gesto de "enfado" que había aprendido en sus clases con Patri, su logopeda de de lengua de signos, y que llevaba siglos sin hacer, cogió el ventilador y lo llevó a otra habitación. Durante unos días ha procurado mantener el ventilador alejado de mí, y si entraba en la habitación donde él había guardado el ventilador, el accedía rápidamente detrás de mí, y lo alejaba de mi lado.

Estos dias me he sentido como una absoluta maltratadora de ventiladores y realmente no sé muy bien como tomarme esto: ¿Alex protege al ventilador de su madre?. Creo que es algo raro, pero tiendo a pensar que es también maravilloso, que se trata de un gesto de empatía y que "torpedín" es capaz de sentir emociones en base a lo que observa en otros, aunque sean aparatos eléctricos.
En el fondo, ese ventilador le aporta fresquito del bueno e interactúa con él de manera mucho más previsible y amable de lo que lo hacemos en ocasiones las personas, de modo que ¿Cómo no va  a importarle?...

Para concluir esta entrada al blog, solo decir que ya por fin, me he podido acercar al ventilador, siempre bajo la atenta y desconfiada mirada de Alex. Eso sí, he modificado el golpe seco por un aprentoncito cariñoso y reparador. Desde que lo hago así y le hablo al trasto con muuuucho cariño, podemos de nuevo convivir los tres en la misma habitación. Se agradece estos días mucho, aunque ya llegó la hora de encender el aire acondicionado y tocan ahora nuevas aventuras...

Juncal Roldán

Soy periodista, experta universitaria en Trastorno del Espectro Autista y mamá de un peque con TEA.